Prólogo a Sixto Osuna
Hay personajes que son símbolo para sus ciudades, aunque nunca hayan ganado una batalla armada o descubierto una gran fórmula médica. Sixto Osuna es de esa categoría.
A lo largo de cien años, su nombre ha permanecido estable en una calle que de céntrica pasó a ser histórica, aún cuando estos tiempos convulsos han cimbrado a los mármoles más brillantes y los granitos más duros de la narrativa mundial. Su espacio no ha sido reclamado para algún carnavalero ilustre o para algún médico eminente, como ha pasado con otras rúas vecinas a su antigua calle del Oro.
Poeta y periodista de profundo pensamiento, representa al intelectual finisecular del siglo XIX y una primera parte del XX. Su poesía adopta la férrea disciplina métrica de Manuel Gutiérrez Nájera, pero su ánimo honra la definición que Luis Antonio Martínez Peña, autor de este libro, adopta para su personaje: el poeta solitario.
Para todos en esta comunidad, Sixto Osuna es un nombre importante y destacado, aunque sólo unos cuantos conozcan su obra y sobre todo sus andanzas por un país que desde entonces solía relegar a quienes dedican su vida a la creación y promoción literaria.
Su existencia fue breve y su obra dispersa. El autor deplora que casi todas las referencias tengan como base un pequeño resumen y el lamento por la falta de un trabajo sistematizado de rescate a la obra.

Eso hace más valioso este esfuerzo, que da cuerpo, forma y sentido al recuerdo del poeta nacido en Villa Unión, Sinaloa, y reconocido en diversos puntos del país por los que deambuló en busca de oportunidades para desarrollarse. Intentó, como su aliado Enrique González Martínez, conectarse con la intelligentsia porfirista, que por supuesto, se negó a aceptarlo.
Martínez Peña construye una historia entrañable de dimensiones humanas, más allá del bronce de las placas. Disfruta con una ilación sencilla, por momentos convertida en bitácora de la investigación, lo que añade un atractivo adicional a su trabajo.
Sixto Osuna es parte del momento más brillante de La Atenas Sinaloense, Mocorito, y al final de su vida fue director del periódico El Correo de la Tarde, diario mazatleco que llegó a convertirse en el decano de la prensa nacional.
En el ínter hubo puestos varios que lo llevaron a participar en los gobiernos locales afines a Porfirio Díaz, lo que era muy natural, pues no había alternativas ni mucho menos oposición.
Martínez Peña encuentra pasajes verdaderamente reveladores del esfuerzo que debían hacer los creadores intelectuales y los verdaderos milagros que significaba cada aparición de revistas literarias y aún de periódicos informativos, como La Voz del Norte, en Mocorito.
Hay por cierto, como en otros trabajos del investigador, conexiones muy fuertes de ese pasado más que centenario, con circunstancias actuales. Martínez Peña incluye una cita que parece de estos tiempos: “Este es el libro de versos que sale a la publicidad (Silenter, de Enrique González Martínez, 1909) en esta época de crisis comerciales, simulaciones políticas y de sancho pancismo refinado. En la vertiginosa carrera a la conquista del dólar ¿quién se detendrá a oír el canto de los poetas?” ¿De veras no fue dicho en 2025?
En otra parte se nos muestra a Sixto Osuna como regidor del ayuntamiento mazatleco, posterior al porfirismo. Como hombre de letras, recibe la presidencia de la comisión de educación y trabaja en serio porque se atiendan carencias tan severas como la falta de mobiliario escolar, aunque comprende que un gobierno (en el que participa) no puede resolver los pendientes que por muchos años dejaron los anteriores. Casi parece inspiración para La Mañanera.
Es un trabajo a fondo con disciplina y muchos datos, muchos nombres, y el gozo de las publicaciones del villauniense en prosa y por supuesto, la colección de poemas que se rescataron.
Sixto Osuna aparece aquí bajo la óptica de don José Ortega y Gasset: el hombre es uno con su circunstancia. Así lo entiende Martínez Peña y nos entrega un panorama completo del pensador, su mundo y su tiempo.
Francisco Chiquete Cristerna
Invierno del 2024