MUJERES CREADORAS DE CULTURA: NOTAS SOBRE ROSARIO CASTELLANOS
Por Claudia Valencia.
Hace tiempo, cuatro meses para ser más exacta, tuve la oportunidad de participar en la jornada cultural de la mujer rumbo al ocho de marzo. La conferencia que di trató sobre la importancia de las mujeres en la literatura en los años 50’s. Centrándome en Rosario Castellanos, desmenucé su vida desde la tierna infancia y recorrí su historia hasta graduarse como maestra en filosofía y, más aun, siguiendo su prolífica carrera de escritora y, aunque quizá a ella no le gustara este título, activista por los derechos de los indígenas. Más adelante retomé el tema para un círculo de lectura, esta vez agregándole más datos sobre su vida privada y también el contexto socio-cultural, político y económico del país en aquellos años. De ahí se desprende este texto, el cuál he decidido publicar en este medio para el alcance de todxs. Sin embargo, ni diez cuartillas alcanzarían jamás para hablarles sobre toda la vida y obra de Rosario, pero aquí rescato un cachito para ustedes.
Rosario Alicia Castellanos Figueroa nació el 25 de mayo de 1925 en la Ciudad de México, pero sus padres rápidamente regresaron a Comitán de Domínguez, Chiapas. Ahí Rosario pasaría toda su infancia y temprana adolescencia. Para conocer a profundidad la personalidad de la autora, creo necesario indagar un poco en su árbol genealógico.
Su padre, César Castellanos, venía de una familia adinerada de terratenientes que se valían de la explotación de la tierra y de sus pobladores. Había estudiado en Estados Unidos y para su edad (poco más de 40 años) era considerado un hombre “quedado” por lo cual su familia no tuvo problema alguno con dejarlo casarse con una mujer considerada inferior a ellos. Sin embargo, esa no fue la primera vez que César se involucró con una mujer de clase menor, ya que tendría un hijo con otra señora antes de Rosario y Benjamín, a quién la familia negó rotundamente por tratarse, según algunas fuentes, de una mujer indígena.
César Castellanos era dueño de tierras en Comitán, Chiapas y también se dedicó a los negocios del café y el ingenio azucarero. Por lo cual la familia de Rosario siempre gozó de una vida privilegiada. De él se decía, además, que era un “junior deprimido” ya que después de ver el mundo y los avances tecnológicos, culturales, sociales y educativos de las grandes ciudades, regresar a Chiapas y ver un estado en su mayoría rural le devino en una insatisfacción que nunca superó del todo.
Por otra parte, su madre, Adriana Figueroa, era una mujer perteneciente a una pronto-clase media que apenas se formaba a partir de la educación y oficios técnicos. Ella se desempeñó muchos años como costurera, gracias a esto ganaba su propio dinero para ayudar en gastos familiares y terminaría casándose “sin amor, por miedo a la pobreza, con un hombre veinte años mayor que ella” escribiría años después Rosario en una de las cartas hacia Ricardo Guerra.
Porque sí, el matrimonio de los padres de Rosario fue un arreglo entre las familias, justo como dictaba la norma social de aquellos años. César Castellanos era un hombre con la solvencia económica suficiente para que los padres de Adriana no tuvieran problema alguno en dejarla casarse con él. Por el contrario, la animaban a hacerlo. Lamentablemente, parte de las memorias de Rosario hablan sobre la falta de amor entre estos dos, quienes nunca mostraban afecto el uno al otro, ni siquiera se tomaban de la mano. Y como no, si todo el tiempo que duraron casados, ella tuvo que aguantar las malas caras por saberse “inferior” a su marido y a toda su familia.
De este matrimonio nacen Rosario y, un año más tarde, su hermano Benjamín. Cuando este hermano nació se convirtió rápidamente en el tesoro de la familia, quienes tuvieron más preferencia hacia él y le brindaron toda la atención. Era la adoración. En esos años un hijo varón resultaba el ser más valioso porque se encargaría de preservar la dinastía llevando el apellido paterno y fungiendo como heredero de los negocios familiares. Lo cual hizo que Rosario fuera relegada, de esta forma, comenzaría a pasar mucho más tiempo con su nana Rufina, quien se convertiría en una figura muy importante en la vida de la pequeña niña. Ya que esta era una mujer perteneciente a la comunidad indígena Tzeltal. Estos vienen de la gran familia Maya, de quienes ancestros más antiguos emigraron desde los altos cuchumatanes, Guatemala, a los altos de Chiapas. Pronto conformaron la mayor parte étnica de la región y el 34% de la población indígena total. En esta región del estado de Chiapas se concentró una gran diversidad étnica a la par que racializaron y discriminación por parte de europeos y porfiristas, quienes lo veían como un corral de mano de obra.
Y es Rufina, precisamente, quién la hace cambiar su idea y visión sobre los indígenas. Le contaba cuentos en su lengua madre y a través de estos le enseñaba sobre la cosmovisión de su comunidad y también le mostró el dolor y las injusticias que padecían. Rosario pasaría mucho más tiempo con ella y su familia, entre la espesa flora de la sierra, escuchando a los campesinos. Hasta la muerte de Benjamín, por el cual sus padres entraron a un eterno luto y se apartaron, aún más, de Rosario.
Entonces ella entendió su propia inferioridad.
Cuando el padre de Rosario tuvo que expropiar la mayor parte de sus tierras gracias a la llegada de Lázaro Cárdenas al poder y la aplicación de la Reforma agraria, regresaron a la capital en donde ella pudo continuar sus estudios hasta la universidad. Se matriculó primero en la carrera de Derecho de la cual se saldría al poco tiempo para entrar a la carrera de Filosofía en la UNAM.
Esto, para la época, era algo sumamente alejado de la norma ya que a esa edad las mujeres debían tener alguna propuesta de matrimonio o planear los hijos que tendrían pronto.
En 1948 ambos padres mueren. Primero su madre, por un doloroso cáncer y meses más tarde, su padre, quien le relegó la parte de tierras que le habían quedado después de la reforma agraria a su hija y ella decide ceder esas tierras a los pueblos originarios.
En 1950 presentó y defendió su tesis Sobre cultura femenina en donde alegaba que la cultura masculina lo abarcaba todo y sin embargo la cultura femenina estaba ahí presente pero invisible. Debatió propuestas y teorías de pensadores como Schopenhauer, Nietzsche, Simmel sobre la aparente inferioridad intelectual y cultural de las mujeres. Estos autores afirmaban que nuestras vidas eran una nulidad que se regía por la carne y la vanidad, que nuestra realización devenía en maternidad en tanto que ellos eran algo más.
Al principio, la sala compuesta por hombres se partió de risa pero a medida que Rosario defendió su tesis pudo titularse con el grado de Maestra en Filosofía. Ganando con esto un máximo logro ya que para la fecha no había muchas mujeres que llegasen a titularse y que además continuaran con una maestría. Muchos años más tarde, después de su muerte, con la creación de una exhibición con artículos personales de la escritora, se encontró el único manuscrito de esta tesis la cual fue reeditada y publicada de nuevo.
Pero retomando sus días en la universidad, ahí es donde conoce a quién pasaría a ser uno de sus más grandes y tormentosos amores: Ricardo Guerra, ambos se enamoraron pero vieron su relación interrumpida varias veces. Primero por la continuación de estudios de Rosario en Madrid y Ricardo en otra parte de Europa. Después este hombre, por alguna razón, decide casarse con alguien más, lo cual sería un duro golpe para Rosario. Sin embargo, años más tarde vuelven a reencontrarse con la publicación de Balún Canán.
Hay una película que retrata un poco su relación sentimental fatídica: Los Adioses dirigida por Natalia Beristain. También está la recopilación de todas las cartas compartidas por ambos en el libro Cartas encontradas (1966-1974).
La atracción entre ambos era innegable pero la competencia intelectual también se abría paso, Rosario era una escritora nata, no podía vivir sin la literatura presente y se le daba con una naturalidad asombrosa en tanto que a Ricardo le resultó complicado seguirle el ritmo. Además de las múltiples infidelidades de este, también mencionan por ahí que pudo haber roces por los dos abortos sufridos por la autora. Culminando en un divorcio después de trece años juntos en el cual concibieron a un solo hijo.
A partir de sus pasadas vivencias con la gente del campo, Rosario publicaría la que es considerada como la “trilogía indigenista más importante de la literatura mexicana”: Balún Canán (1957) Ciudad real (1960) y Oficio de tinieblas (1962).
En Balún Canan vuelca un poco más su intimidad de la infancia dándole tintes autobiográficos, la narradora es una niña que igual vive el infortunio de perder a su hermano varón. Tanto en este libro como en los siguientes (Ciudad real y Oficio de tiniebla) retrata la lucha de clases entre blancos e indígenas. Las desigualdades que viven y las bajas condiciones tanto de salud, económicas y culturales a las que son sometidos.
Rosario se dedicó de lleno al activismo varios años de su carrera, promoviendo tanto como pudo la cultura indígena de Chiapas y otras regiones del país. Fue directora del Instituto Chiapaneco de ciencias y artes en Tuxtla Gutiérrez. También trabajó para el Instituto nacional indigenista de México. Fue jefa de información y prensa en la UNAM y finalmente embajadora de México en Israel.
Para ella era muy importante incentivar la cultura en los pueblos más vulnerables y marginados, es por ello que con el teatro petul llevó a cabo varias puestas en escena en idiomas originarios y que eran de libre acceso para los indígenas.
Para la época adulta de Rosario Castellanos el contexto social de México estuvo inmerso en muchos cambios sociales, culturales, políticos y económicos. En tanto que el país experimentaba un auge modernizador con la creación de escuelas, museos, instituciones o a lo que se le llamó el “milagro mexicano” las mujeres ya podían finalmente votar (desde 1955) la industria creció exponencialmente y con ello el estereotipo femenino inalcanzable también tomó más relevancia con las películas de Hollywood y el crecimiento de las cadenas de entretenimiento y revistas.
Para este periodo las mujeres del país también pasaban por una revolución interna, la lucha feminista estaba creciendo con las nuevas organizaciones y la segunda ola del feminismo se estaba gestando. Con todo esto, las obras de Rosario Castellanos fueron fundamentales para el movimiento de las mujeres de clase media, intelectuales y trabajadoras, que estaban ocupando cada vez más espacios los cuales antes sólo pertenecían a hombres.
Una de esas grandes obras fue Mujer que sabe latín una antítesis en el que la autora reta ideas patriarcales que tienen que ver con la belleza de la mujer, el lugar de la mujer y el valor de la mujer.
Analizando a autoras que dejan clara la importancia de distintas mujeres en la literatura. Autoras como Sor Juana Inés de la Cruz, Virginia Woolf, Doris Lessing, Maria Luisa Bombal, etc.
Siguiendo con esta línea crítica tenemos los relatos reunidos en el libro Albúm de familia en el cual también reflexiona sobre los estereotipos de género, las etiquetas arraigadas al sexo femenino y comienza a intervenir en la crítica a la vida sexual de las mujeres. El discurso adyacente en lección de cocina se mezcla con las experiencias culturales y conyugales, abriendo paso a la plática sobre temas “indecentes” para la época.
Es así como llegamos a su única obra de teatro El eterno femenino el cual fue también de los últimos trabajos de Rosario, publicado póstumamente en 1976. Esta obra impregnada de buen humor y picardía transita de manera irreverente el tema de la mujer, especialmente situada en un mundo dominado por hombres. Este es considerado una farsa: una obra de teatro breve, de carácter cómico y satírico en donde a lo largo de tres actos, mediante sueños distintos, la protagonista llega a cuestionar sus creencias y la base de éstas.
Como pudieron leer con los ejemplos de estas tres obras que les mencioné, Rosario fue encumbrada como pionera del feminismo. Su lucha se centró en las causas sociales y en darles voz e identidad a comunidades indígenas despojadas de sus tierras y marginadas por la sociedad moderna. Después se centró en derribar muros intelectuales entre hombres y mujeres, argumentando que merecemos igual respeto como valorización de nuestras ideas. Fomentó el estudio y la preparación de las mujeres, el despertar de conciencias, no de una forma espiritual sino íntima, una lucha interna de nosotras por nuestros derechos y por dar voz a nuestras ideas, sobre todo si estas cumplen con carácteres artísticos. Después su obra se centró en el feminismo, en la lucha de las mujeres por trascender y ganarse un lugar al lado del hombre.
Murió fungiendo como embajadora de México en Tel Aviv, Israel, el 7 de agosto de 1974.
Sobre esto existen dos versiones, en una salía de bañarse cuando el teléfono sonó y al descolgar recibió una descarga eléctrica. En la segunda es parecida pero incluye una lámpara, la cual al quererla conectar recibiría la descarga eléctrica que culminaría con su vida. Murió más tarde siendo trasladada al hospital.
Rosario dejó atrás un legado que le daría valor eterno a su figura como mujer literata. Su compromiso se compone de 11 libros de poesía, 3 de novela, 3 de cuento, 4 de ensayo, 1 obra de teatro y 1 libro de artículos periodísticos. Todos ellos siguen siendo consultados actualmente y creo que gozarán de importancia como un eslabón de la historia del feminismo en México por muchos años más. Les invito a leerla y comentarla, sobre todo, a comparar su lucha con nuestra lucha actual y darnos cuenta como las causas han evolucionado.
Claudia Valencia
Soy egresada de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Actualmente todo mi entorno está lleno de libros, además de leer también me apasiona escribir. He escrito para algunas antologías locales y en línea. He tomado cursos de escritura creativa y talleres sobre escritoras mexicanas, por lo cual tuve la oportunidad de dar charlas sobre la importancia de las mujeres en la literatura. ¿No sabes con qué libro comenzar? En mis redes sociales puedes encontrar tu próxima lectura favorita. Gracias por leerme.
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