Brumas y engranes, avance
Atrévete a perseguir autómatas renegados por las calles victorianas de Londres; a luchar contra el sistema en la evolucionada ciudad de Neotetepetl; ayuda en la revolución mexicana deteniendo los planes de Díaz y su perversión convertida en máquina; encuentra tu destino en los andenes del tren, en los dirigibles sobre el mar o a través del tiempo.
“Brumas y engranes” usa todo el poder del vapor para transportarte a mundos fantásticos donde la ciencia ficción, el steampunk y el suspenso se confabulan para dar vida a estos catorce relatos.
Un viaje que será imposible de olvidar.
Te compartimos este cuento, Parafolia, de la escritora Michelle Volt. Relato que inicia el libro y que rápidamente te sumerge de lleno en este universo donde loa antiguo y lo moderno se mezclan, con una narrativa ágil y original.
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Parafolia
Cuento de Michelle Volt.
—¡Llueve! ¡Está lloviendo!
Los gritos de su madre resonaron, él corrió para accionar la palanca y como era de esperarse, al no ser el único, el gran departamento de Saint Victoria no demoró en llenarse de paraguas mecánicos invertidos, como si aquello se tratará de las hojas de una flor expulsando con ella los gases contaminantes como si de esporas se tratasen, la llamaban “La Parafolia”
—¿Logramos un buen lugar? —Preguntó el joven, corriendo al lado de su madre quien se asomaba por el ventanal, al observar el exterior contaminado de edificios hechos de cobre y hierro, el zeppelin de acero que surcaba el aire o el humo negro que les rodeaba poco importaba, su ojos se dirigieron a su parafolia con esperanza, pero en su rostro se reflejó la tristeza al ver la hoja de metal que pese haber sido la primera en salir, yacía opacada y aplastada por otras dos, no necesitaba ver a su madre para saber que ella estaba igual de molesta y decepcionada por la situación, ambos estaban conscientes de que no podían hacer nada al respecto, las parafolias de sus vecinos eran de mejor material y no había manera de dar reclamos, esa era ley al fin de cuentas.
Se alejó del ventanal a sabiendas de lo que les esperaría los próximos días, el menor acarició el brazo de su madre y corrió fuera de su hogar no sin antes ponerse su mascarilla de gas y escucharla gritar su nombre. Al llegar al pie de las escaleras y presionar el botón del barandal se hizo aquella resbaladilla directa a las calles sombrías de Gratal, la ciudad no era la excepción en la escasez de agua, no obstante era la ciudad considerada con más agua del mundo; extendió su gabardina impermeable tratando de recolectar agua de cielo, pero las parafolias apenas dejaban algún hueco lo que provocaba que varias personas se aglomeraban en un solo punto, los empujones y tirones no tardaron en iniciar, las pocas gotas que conseguía casi se derramaban de su gabardina, peleaba por mantenerlo en su lugar tanto como pudiera y recolectar alguna de las gotas que se deslizaban por las parafolias, no obstante la lluvia cesó cuando menos se lo esperaban.
—¡Me niego a tomar el drenaje otra vez! —Chilló un hombre, corrió al edificio y tiró de un tubo sobresaliente del Saint Victoria para escalar con este por los bordes logrando llegar a una parafolia y beber con necesidad e impaciencia de ella, sin embargo el agua no tardó en ponerse rojiza cuando el dueño de esta disparó al ladrón, hubo un silencio sepulcral, los guardias llegaron demasiado tarde pero el resultado yacía frente al ellos.
Lejos de alarmarse, llenó de júbilo al muchacho como a varias personas del derredor, el cuerpo logró aumentar el volumen de la hoja metálica y chorros de agua carmesí cayó, no era la primera ni la última ciudad que pasaba por esa situación, algunos afortunados podían conseguir agua estancada o lluvia ácida, solo faltaba filtrarla, limpiarla.
—¡No! ¡¿Por qué?! —Una mujer sollozaba y gimoteaba sobre el asfalto tratando de arrancar con sus yemas el agua que se deslizaba por las grietas— ¡Por favor…! ¡Alguien…! —Extendía sus manos suplicando, mostrando su vientre abultado
—Señora, mejor espere el litro y medio de la semana —Le respondió un transeúnte cuidando de su agua obtenida.
—¡Mi marido ha muerto! —Señaló al hombre dentro de la parafolia—. Y el dinero no me alcanza para el agua filtrada del zeppelin que además no es buena para mi bebé.
—Entonces será mejor que se vaya, le cobrarán el dinero que perdió el dueño de la parafolia.
La mujer sin máscara empezó a toser, era tan seco y ruidoso que muchos pensaban que pronto saldría sangre de su boca, parecía que tampoco tenía el suficiente dinero para una mascarilla. El chico de Saint Victoria vio a la mujer en silencio, lo correcto sería compartir un poco de su recolección con ella, siendo que su esposo había sido el causante de que ahora él gozara de agua, pero no podía sacrificar a su madre de esa manera ni a su persona por una desconocida ¿Verdad? Se sentía terrible por la mujer, pero nadie iba a velar ni por él ni por su madre si estuvieran en ese estado, con discreción entró a la vivienda en medio de la discusiones y llamadas de los guardias a diferentes autoridades
—¿Tuviste éxito? —Su madre le vio preocupada, algo esperanzada de una respuesta afirmativa, el menor mostró el pequeño charco de su gabardina, su madre le felicito, le entregó un frasco de vidrio y guardaron el agua para su proceso de limpieza—. Tal vez sea poco, pero nuestra parafolia pudo haber acumulado un poco de lluvia.
El muchacho llegó al cuarto de akwo, donde todos los “tallos” de las parafolias se hallaban, pero en lugar de encontrar personas tranquilas yendo y viniendo, se topó con un cúmulo de reclamos y maldiciones, se acercó y vio el problema: alguien convergió todos los tallos en uno con mangueras y se había llevado todo, no quedaba nada.
—¿Y el guardia de seguridad? —Reclamó al aire
—Debió ser otro de esos que se hacen pasar por buenos guardias y terminan siendo ladrones, me sorprende que no nos haya pasado hasta ahora, hay muchas noticias de esas en la televisión.
—¿A quién podemos reclamar? —Su vecino se alzó de hombros y rasco su cabeza.
—En mi caso creo que usaré mis ahorros de toda la vida para el agua limpia.
—¡Míranos! —Se acercó una mujer a la conversación—. Si no fuera por los ricos de la ciudad, Gratal se volvería una más de las tantas ciudades de escasez.
—No soy rico señora, pero a diferencia de otros yo sí sé ahorrar. —Dejó de prestar atención a esa discusión y regresó con su madre, ya no se podía hacer más, al menos no por el momento
La mujer palideció al recibir la noticia, se sentó en la sala y encendió aquella pantalla con bombillas de luz, colores neutros y tubos de cobre dejándose abatir por un instante. El pasar del tiempo se convirtió ne horas. No hay agua suficiente, no hay dinero suficiente. Su parafolia no era suficiente. El niño empezó a tener hambre. Miró a su madre sin decir palabra alguna
—¿Tienes hambre? —Preguntó al sentir esa mirada de hambruna, él asintió. Ella se levantó y dirigió a la cocina, donde en la alacena sacó un frasco de agua—. Toma cariño, mientras esperas la comida.
Él sonrió y con ojos iluminados bebió, la mujer le devolvió la sonrisa. Aquella madre no demoró en sacar utensilio tras utensilio, su hijo hipnotizado de sus movimientos, el cansancio, el hambre y la sustancia desconocida que bebió mezclada con el agua, logró hacerle dormir sobre la mesa, ella le observó con tristeza. “Lo trajiste al mundo para esto” se recordó a sí misma, tratando de consolarse.
Los días empezaron a transcurrir y en Saint Victoria una mujer bebía un vaso de agua rosada contemplando por el ventanal el paisaje, esperaba que se presentará la próxima lluvia en Gratal, la ciudad con más agua del mundo, sonrió y acarició su vientre protegiendo su próxima reserva de agua.