Prólogo a Esteban Flores
Honrar, valorar y revalorar a nuestros escritores no solo es responsiva de los críticos literarios y de los historiadores. Es obligación de los lectores —y más aún, de sus paisanos inmediatos—, sacar del polvo de la desidia a esos poetas que asumieron su oficio como un laico sacerdocio. Esteban Flores perteneció a una generación que asumió la profesión de las letras a ese nivel y nunca dejaron de ver la escritura como una prolongación real y mística de su cotidiana existencia.
Aquí, Luis Antonio Martínez Peña, asume las herramientas de su oficio para entregarnos una detallada investigación documental y hemerográfica, no muy frecuente en las lides del estudio de la literatura. A veces los estudios literarios lucen más compenetrados en el análisis estructuralista del texto que en los poderosos hechos vivenciales que dieron rostros una obra y la pasión de una vida. No basta con escombrar los ecos del origen del lenguaje en la contabilidad de cada verso ni enlazar gráficas con el discurso cartesiano de las letras. La biografía literaria y humana del escritor Esteban Flores aparece aquí con su nombre, con su piel, uñas y sangre.
Lo mejor, lo más poderoso de una investigación tan exhaustiva como esta, es que nos permite ir más allá del texto y el subtexto sin necesidad de recurrir a los complejos análisis o sumergirse en la arqueología del lenguaje. Me consta del celo del Dr. Luis Antonio Martínez Peña y su empeño no solo se limita en obrar como gambusino de archivos e investigaciones paleográficas, sino que también recurre al diálogo con los lugares y sabe asesorarse en otras fuentes y especialistas. El método y las técnicas de investigación ante la leyenda o el vano vapor de los rumores.
Un ejemplo directo: en este libro vemos rescatado un breve texto llamado “Fiestas de Puerta de Canoas”, acertada descripción de los festejos de ese poblado, antaño a la vera del camino real. Esteban Flores señala sin baños de moral el problema que representan el descontrol del juego y la venta masiva de alcohol en un pueblo que no tiene ninguna cantina “desde que Arámburo fue herido” y se pregunta, interrogando también a sus lectores, lo benéfico que sería aplicar la ley y desterrar esos conflictos, como acababa de suceder en el reciente carnaval de 1900… Unos cuantos años después, muy cerca de ahí, el poeta Esteban Flores encontraría la muerte en el año de 1927, cumpliendo con esa misma perceptiva ética que él enarbolaba en el México pre revolucionario: la de dar orden a una sociedad demasiado entregada a sus costumbres y ritos, en vez de poner pie primero en las leyes y el pensamiento.
Su obra y vida fueron truncadas en el momento de un ascenso continuo en calidad y reconocimiento. Nuestro poeta mantenía contacto con revistas literarias, como “Lira de Apolo” en San Luis Potosí o la llamada “Revista Moderna”, que dio nombre al movimiento modernista; en este libro usted se encontrará con un fino prosista del que lamentamos no se haya acercado al caudal de la novela y el cuento formal.
De oficio escritor, y de oficio historiador, son las dos caras de la moneda de este libro al aire. No es un juego de azar: aunque sabemos que la historia no es ciencia exacta, da resultados inesperados al darse de frente con la poesía.
Juan José Rodríguez. Invierno, 2024.

Juan José Rodríguez
Escritor, ganador del Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen, 2002, y Premio Mazatlán de Literatura en 2004. Es autor de libros como Asesinato en una lavandería china (1996), Mi nombre es Casablanca (2003) y Lady Metralla (2017). Ha colaborado en múltiples publicaciones y su columna “El Octavo Día” se publica en el periódico Noroeste.

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